Reino Unido quiere seguir el ejemplo de simbiosis entre estos roeadores y las poblaciones humanas para reintroducir la especie en la isla y aprovechar sus beneficios ecológicos y de costes.
A principios de este año, una familia de castores saltó a los titulares de todo el mundo al construir una presa en un punto fluvial de República Checa donde las autoridades habían proyectado una. Se estima que los contribuyentes se ahorraron unos 30 millones de coronas checas (1,2 millones de euros).
Las autoridades de la zona paisajística protegida de Brdy, a 30 km al suroeste de Praga, obtuvieron hace años un permiso para realizar un proyecto ecológico en un antiguo campo de entrenamiento del Ejército. ¿Su objetivo? Impedir que el agua ácida de dos estanques se vertiera en el ríoKlabava, donde viven cangrejos de río en peligro crítico de extinción.
El proyecto se vio empantanado por la burocracia, ya que las autoridades militares y las de la cuenca del Moldava se disputaban la propiedad de los terrenos. Pero la colonia de castores acabó con la pelea de competencias casi de la noche a la mañana el pasado mes de enero, cuando represaron el río y convirtieron la zona en un humedal con estanques y canales.
Los laboriosos roedores impresionaron a gente de todas las partes del planeta. Para Elliot McCandless, responsable de comunicación de la organización benéfica británica Beaver Trust, es una historia brillante. "Pero para cualquiera que trabaje en el mundo de los castores no es nada sorprendente", aduce McCandless.
El instinto del castor: ¿cómo sabe dónde construir?
"Los castores siempre saben más que nosotros. Eligen bien los lugares donde construyen las presas, mejor que cuando las diseñamos sobre el papel", explica a 'Radio Praga Internacional' Jaroslav Obermajer, jefe de la oficina de Bohemia Central de la Agencia Checa de Protección de la Naturaleza y el Paisaje (AOPK).
Estos comportamientos son innatos, explica McCandless, y los castoresjóvenes echan una pata a las construcciones desde el principio. Pero su motivación subyacente sigue siendo un misterio. Una posible teoría es que construyen presas para crear un estanque más profundo alrededor de sus refugios, ya que son mucho más ágiles en el agua que en tierra.
Pero esta teoría tiene algunas lagunas, como las fugas de las presas. Los casos individuales sugieren que hay otros factores en juego. Justin Beaver, un famoso animal en Internet, ha sido grabado creando una "presa" con varios objetos dentro de una casa, aunque no hubiera agua.
Sin embargo, los castores tienen una habilidad innata para encontrar los mejores lugares para sus presas en la naturaleza. McCandless cita el ejemplo de una reserva natural en Escocia donde construyeron una presa en el punto ideal para controlar el nivel del agua. Esta estaba mejor situada que una esclusa que se había colocado en un lugar menos idóneo para abaratar costes.
¿En qué otro lugar de Europa nos ayudan los castores?
Otro caso notable de castores que aligeran la carga burocrática y ahorran dinero a los contribuyentes ocurrió en la ciudad alemana de Winzer. Tras sufrir graves inundaciones durante muchos años, sobre todo en 2013, el Gobierno local decidió construir una presa en el curso de agua que desemboca en la pequeña ciudad bávara. Pero antes de que pudieran ponerse manos a la obra, una familia de castores se instaló en el bosque por el que transcurre el tramo inicial del río.
Al construir presas en los arroyos del bosque, ralentizaron el caudal hasta tal punto que el Gobierno no necesitó seguir adelante con algunas de las obras de ingeniería previstas. Se calcula que una sola familia de castores ahorró a Winzer unos 30.000 euros.
El valor global de los servicios ecológicos que prestan los castores en todo el hemisferio norte es inmenso. Un estudio de 2020 lo cifra en 133 millones de dólares (128 millones de euros) en provisión de hábitat y biodiversidad, 32 millones de dólares (31 millones de euros) en moderación de fenómenos meteorológicos extremos, 28 millones de dólares (27 millones de euros) en depuración de aguas... y muchos otros.
Reino Unido, que según McCandless lleva "un retraso generacional" en la recuperación de esta especie clave, también está haciendo balance de los múltiples beneficios que aportan los castores.
En Essex, por ejemplo, una familia de castores liberada en un recinto de 40.000 metros cuadrados en una finca en 2019 ha almacenado unos tres millones de litros de agua en estanques. Esto ha ayudado a reducir el impacto de la sequía y las inundaciones, incluso para la ciudad de Finchingfield, situada río abajo. Es uno de los numerosos ejemplos positivos que dieron lugar a que el mes pasado se incluyera por primera vez a los castores en el plan de gestión natural de inundaciones de la Agencia de Medio Ambiente británica.
Autorizada la liberación de castores salvajes en Gran Bretaña
Reino Unido dio esta semana un paso aún mayor en favor de los castores, al anunciar el Gobierno que se permitirá en la isla británica la reintroducción de estos animales en la naturaleza.
Los grupos ecologistas han acogido con satisfacción la noticia de que Natural England concederá licencias, y se espera que las sueltas en libertad se produzcan ya en otoño de este año. Rob Stoneman, director de recuperación paisajística de The Wildlife Trusts, espera con impaciencia el momento en que los británicos "puedan experimentar todos la magia de ver de nuevo castores en unos ríos que serán más salvajes gracias a ello".
McCandless se muestra partidario de planes ambiciosos de liberación a escala de cuenca fluvial. En declaraciones a 'Euronews' el pasado jueves, afirma que el problema estará en los detalles de la política, que necesita el apoyo de todas las partes interesadas. Pero, por un lado, este canal oficial "pondrá fin a los episodios de bombardeo de castores", una táctica de repoblación salvaje que el Beaver Trust no aprueba.
Estas sueltas secretas han contribuido a que la población de castores salvajes en Gran Bretaña sea de unos 500 ejemplares. Hasta su reintroducción hace 20 años, la especie autóctona llevaba 400 añosextinguida en la isla. Se cazaban por su carne, su piel y su aceite aromático. Una serie de registros históricos dan fe de su amplia presencia en Inglaterra, Escocia y Gales: dibujos, topónimos (como Beverley, en Yorkshire), piezas arqueológicas y, últimamente, listas de alimañas, según las cuales se pagaba a los cazadores por cabeza de castor.
"Tenemos la responsabilidad de recuperar la especie no sólo por los beneficios que nos puede reportar, sino porque nosotros la empujamos a la extinción", argumenta McCandless. Este caso ético está recogido en la normativa de hábitats de la Unión Europea. "Hablas con otros homólogos europeos y nadie puede entender por qué luchamos contra los castores en Gran Bretaña", afirma. "Les parecen una especie muy fácil de convivir y coexistir en un entorno moderno".
Los castores de Brdy, en República Checa, tienen la ventaja de estar lejos de cualquier tierra de cultivo. Pero McCandless sostiene que en Reino Unido los castores tienen muchas más limitaciones de espacio que en otros países europeos más grandes. Baviera, por ejemplo, tiene unos 70.000 kilómetros cuadrados, de los cuales el 60% son tierras agrícolas de primera calidad. Esta superficie cultivable da sustento a una población de 30 millones de personas y a unos 23.000 castores.
Escocia tiene una superficie comparable de 79.000 kilómetros cuadrados, de los cuales el 10% son tierras agrícolas de primera calidad, pero sólo viven 1.500 castores en medio de una población de 5,5 millones de personas. Los animales sólo ocupan entre el 10% y el 15% de los hábitats adecuados. "En Gran Bretaña existe la idea de que hemos cambiado tanto la tierra que no hay espacio para los castores. Y la realidad es que hay espacio de sobra para vivir junto a estos animales, y no se trata de si podemos vivir junto a ellos, sino de si decidimos hacerlo o no", afirma McCandless.
Desde las ciudades de Estocolmo y Viena hasta las tierras de cultivo de Alemania y Países Bajos, pasando por los parques nacionales de Polonia y los Cárpatos, Europa ofrece abundantes ejemplos de coexistencia feliz con estos ingenieros del ecosistema.