'Crossing Cultures' se dirige a Yixing, en el este de China, para conocer el antiguo arte de las teteras Zisha, mientras que en Europa el equipo visita Saint-Louis para descubrir las famosas creaciones de cristal de la firma.
A primera vista, las teteras Zisha de China y el cristal de Saint-Louis de Francia pueden parecer mundos aparte. Sin embargo, si se mira más de cerca, estos dos oficios centenarios revelan sorprendentes paralelismos. 'Crossing Cultures' visitó Yixing, en el este de China, y Saint-Louis-lès-Bitche, en el noreste de Francia, para desentrañar las historias de estas dos tradiciones atemporales.
La tetera mágica
Si pensamos en China, probablemente nos venga a la mente la porcelana, pero la ciudad de Yixing, al este del país, alberga un tipo de cerámica muy particular. La ciudad es famosa por su antigua artesanía de teteras Zisha, una tradición impregnada de arte y precisión.
La artesana Ke Qinyu ejemplifica esta herencia. Con la ayuda de un cuchillo en lugar de un pincel, integra magistralmente en su obra la caligrafía y la pintura chinas.
"En la pintura tradicional china, destacamos las distintas tonalidades de la tinta. De manera similar, con nuestro cuchillo intentamos recrear ese efecto a través del tallado. Para ello, utilizamos principalmente la hoja del cuchillo", explica.
El proceso de elaboración de una tetera Zisha es minucioso. Sólo puede utilizarse arcilla procedente de la montaña Huanglong. Se refina antes de moldearse a mano en formas elegantes. Las piezas individuales, como el cuerpo, la tapa y el pico, se ensamblan a la perfección. Una vez terminada, la tetera se cuece en un horno, lo que permite que los colores y texturas naturales de la arcilla cobren vida.
Los expertos afirman que la porosidad de la arcilla realza el sabor del té al permitir que respire.
"Es fácil infusionar completamente el té. Pensamos en esta tetera como un utensilio que respira.
Cuando preparamos té en ella, aunque dejemos reposar las hojas durante mucho tiempo, no adquiere un sabor rancio", explica Zhou Weiping, especialista en té.
Para muchos, la transformación de una tetera Zisha de arcilla cruda a obra de arte refinada refleja una conexión profunda con la naturaleza. Esto convierte el acto de beber té en una celebración cultural.
"Al verla recién sacada del horno, tiene una cualidad rústica. Pero a medida que la uses más y más, su brillo y encanto te llenarán de alegría. Te encantará sostenerla en tus manos. Es un símbolo lleno de cultura, que representa muchos sentimientos del pueblo chino", afirma Zhou.
Arte que cautiva
Así como las teteras Zisha encarnan la esencia de la artesanía china, el trabajo con cristal refleja, en muchos sentidos, el legado artístico de Europa. En un tranquilo rincón del noreste de Francia, la cristalería Saint-Louis lleva casi cinco siglos creando fascinantes obras de arte.
Entre sus creaciones más emblemáticas figuran sus legendarios pisapapeles.
"Hay que tener una verdadera pasión para hacer pisapapeles. Para fabricar un pisapapeles hay que ser creador, diseñador, por un lado, y también artista, por otro", explica el maestro pisapapeles Ange Maurer, galardonado con el prestigioso premio Meilleur Ouvrier de , máximo reconocimiento de la artesanía en el país.
Parte del proceso consiste en extraer cristal fundido para formar varillas de más de 30 metros de largo. Una vez enfriadas, estas varillas se cortan y se combinan meticulosamente con otras, y luego se vuelven a estirar para formar intrincados motivos florales conocidos como millefiori. A continuación, las diminutas piezas se disponen en moldes. Luego, se sellan con una mezcla fundida que magnifica los impresionantes diseños.
Pero el arte de Saint-Louis va mucho más allá de los pisapapeles. La fábrica produce una gran variedad de creaciones en vidrio, como jarrones, lámparas de araña y vajillas. Para los artesanos en el taller de alta temperatura, cada pieza es una danza delicada entre el tiempo y la maestría necesaria antes de que el vidrio se enfríe.
"El aspecto artístico de la fabricación de vidrio es muy importante. Cuando ves la complejidad de las piezas, realmente necesitas tener sentido artístico, tanto por la belleza de la pieza como por el delicado toque que se necesita", explica el maestro vidriero Jean-Marc Pierron.
Cada pieza en Saint-Louis se elabora a mano y, por lo tanto, es única, pero la precisión sigue siendo fundamental. En el taller de grabado y corte, incluso el más mínimo error puede significar volver a empezar desde cero.
"Requiere mucha disciplina y concentración", afirma la maestra cortadora y grabadora Claudia Lejeune. "Además de todo eso, también acaba por volverse algo automático, ya que repetimos continuamente los mismos puntos. Por lo tanto, debemos ser muy cuidadosos si queremos obtener un diseño perfecto".
Una tradición artística compartida
Al mirarlo más de cerca, la elegancia terrenal de una tetera Zisha y el brillo resplandeciente del cristal Saint-Louis no son tan diferentes después, de todo. Unidas por una devoción compartida hacia la artesanía, la precisión y la funcionalidad, estas dos tradiciones artísticas trascienden el tiempo y la geografía.