Las evacuaciones masivas de inmigrantes en la frontera entre Serbia y Hungría han transformado la región, devolviendo la seguridad y la vida cotidiana a las comunidades locales.
Desde hace un año, las autoridades serbias han evacuado sistemáticamente las áreas cercanas a la frontera norte con Hungría, trasladando a los inmigrantes a campamentos en las ciudades serbias de Kikinda y Presevo.
Cientos de inmigrantes irregulares solían vivir en los graneros de la granja Kárász, a lo largo de la valla fronteriza cerca de la ciudad de Horgos, desde donde tratan de cruzar las cercas de alambre de púas durante la noche.
Un lugar abandonado
Hoy en día, las latas vacías de bebidas energéticas y los restos de algunos animales son los únicos indicios de que este lugar alguna vez estuvo lleno de vida. El techo se ha derrumbado, la lámina de nylon que protegía las ventanas ha sido arrancada y los edificios casi no se ven por la maleza.
Algunos de los residentes locales, como Martha, están contentos con la acción de las autoridades. Afirman que el área se ha vuelto mucho más segura desde el verano. "Hace un mes, los comandos aún estaban en la plaza principal con autobuses, recogiendo a todos y llevándolos lejos. Antes, las calles estaban vacías porque todos tenían miedo", cuenta Márta.
El Ministerio del Interior de Hungría sigue informando regularmente de que cientos de inmigrantes están sitiando la frontera sur, aunque los habitantes de Horgos aseguran que no han visto extranjeros en meses. Además, los autobuses de la Policía serbia también han desaparecido.
El cambio en Horgos es evidente. La última vez que 'Euronews' visitó la ciudad, casi todo estaba cerrado y apenas se veía gente en los espacios públicos. Pero ahora, las tiendas están abiertas y los niños vuelven a jugar en las calles.